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domingo, 31 de enero de 2016

El Diario de Víctor: Segunda Entrada



TOMADO DEL DIARIO PRIVADO DE GHÁLIB GARIB
(Cinco años antes de que fuese llamado Víctor,
por su Diosa Dorada)


Febrero 15, 2009.
Hace ya dos semanas desde que bailé por primera vez en el Club Árabe y han sucedido muchas cosas.
Cosas nuevas e increíbles que están dejando marcas en mi vida porque van cargadas de esas emociones y sentimientos que llevan la inolvidable etiqueta de: “Mi primera vez”.
El 1 de febrero bailé por primera vez en el Club Árabe.
Mi actuación estaba programada para las doce de la noche, pero como era día domingo había mucha clientela en el otro restorán donde trabajo de mozo y no pude salir hasta las once.
Corrí a tomar el bus pero tardaba demasiado en pasar y decidí irme corriendo. Veinte manzanas me pareció muy poco para gastar en un taxi y en todo caso me serviría de calentamiento para el baile.
¡Y vaya calentamiento!
Al llegar al Club todavía no recobraba el aliento cuando el encargado me salió al encuentro diciéndome que me quitara la camisa.
¿Ya empezamos con esos acosos?
Lo miré desconfiado pero él me explicó nerviosamente que el cantante no llegó y que yo debía salir de inmediato a bailar.
En cuanto me lo dijo corrió a anunciarme al público.

Qué sensación increíble, bailar hiperventilado y con un golpe de nervios en el estómago. Espero no sufrir de pánico escénico.
Rápidamente dejo mi mochila en el suelo, me quito la camisa que estaba empapada por la larga carrera, me seco un poco con ella y hago volar lejos mis zapatillas mientras bajo mi pantalón hasta media cadera.
Justo a tiempo para oír el anuncio allá en el salón:

 “¡Dejo con ustedes a nuestro nuevo bailarín étnico, Ghálib Garib!”

Me encogí ante mi nombre proclamado a los cuatro vientos y recién pensé en que debí inventarme un seudónimo. ¡Alá, que no se enteren mis padres por favor!
Doy gracias de que estén apartados de la vida social y de que sus amigos huyan de nosotros como si tuviésemos lepra. La lepra de la escasez de dinero por la enfermedad de Mine.
La música comienza con el poderoso ritmo de los darbukas[1] y me arrastra como un imán hacia el escenario. Descalzo y vistiendo sólo mi blanco pantalón de danza de ajustada pretina y anchas piernas, camino con una soltura y seguridad que en realidad no siento para nada.
¡Los nervios me carcomen por dentro!
Al llegar al centro de la circular pista rodeada de mesas en donde conversan y comparten los asiduos socios del Club, miro hacia la barra buscando apoyo y allí veo a mi incondicional amigo. Jamil me sacude una mano alegremente en saludo y rompe a aplaudir iniciando una reacción en cadena. Es mi primer aplauso de parte de un público fuera de nuestras antiguas fiestas familiares, y súbitamente aquel gentil recibimiento me transmite una poderosa energía.
Al instante el nerviosismo desaparece absorbido por la música y entonces mi pasión por la danza toma absolutamente el control.
Mi cuerpo se enciende en el sensual movimiento que marca los tambores y el replicar de las flautas y cuerdas de aquella intensa música étnica que invade por completo el lugar, y que junto con las luces crean la magia del color y hasta el calor del desierto… Muevo mis músculos abdominales como dunas cimbreantes al viento… mi pelvis se sumerge y emerge con la ardiente lentitud del sol por el rojo horizonte desértico…
Nunca he estado en Arabia Saudita pero me gustaría conocer la cuna de mis antepasados, aunque con nuestra actual condición económica eso es un sueño más que imposible.
Mientras danzo, mi mente vuela por esos parajes de verdes oasis ocultos entre altas dunas… imagino las ancestrales caravanas de camellos, las aldeas de coloridas carpas y las impactantes noches infinitamente estrelladas…
Hasta que de pronto tras un giro en redondo la veo llegar y sentarse deprisa a una mesa justo a la orilla de la pista. Sus bellísimos ojos negros se clavaron con abierto asombro en mi torso desnudo…
Nazli.
Alá, ¡por un segundo casi me quedé paralizado!
La potente intensidad de la música me obligó a reaccionar y desde ese instante toda mi danza, todo mi cuerpo, cada parte de mí se dedicó por completo a conquistarla.
Me acerqué a su mesa marcando los vibrantes tambores en cada paso, lento, sensual, como un león que se aproxima a su presa…
Al captar mi intención de dedicarle el baile a una bella joven del público, los demás asistentes arremetieron haciendo palmas con más fuerza en medio de entusiastas voces y silbidos.
El ambiente subía de temperatura rápidamente, yo podía sentir el calor apegándose a mi piel desnuda junto con las miradas de todas las damas que parecían adivinar el excitado volcán que bullía dentro de mí mientras le dedicaba a Nazli mis mejores movimientos de cadera, mis sacudidas de hombros, mis saltos de pectorales marcando cada tambor en juego con mis abdominales y mis más intensos balanceos pélvicos en perfecto control de cada músculo, lo que mantenía al público prodigando constantes gritos de algarabía.
Nazli era la más feliz haciéndome palmas desde su silla con una sonrisa radiante. ¡Por Alá, ella es la belleza hecha escultura viva ante mis ojos!
Si se hubiese ruborizado me habría alejado para no incomodarla, pero se lo tomó muy bien así que sigo adelante con mi danza de seducción.
Me vuelvo de espaldas y le muestro cómo hago danzar mi columna vertebral cual serpiente emergente desde la baja cintura de mi pantalón. Mi experto movimiento que agrega un excitante balanceo de caderas hace arreciar el clamor femenino hasta sobrepasar el volumen de la música. Feliz del efecto que provocaría también en Nazli me vuelvo para danzarle de frente y me sorprendo al ver que tiene un billete en su mano…  
¿Qué pensará hacer con eso?
Empujo mi cadera hacia Nazli justo como me gustaría hacerlo al hacer el amor con ella…
Recuerdo aquel día cuando hice la prueba y la imaginé desnuda entre mis brazos... En cambio ahora la tengo aquí mismo frente a mí y la hermosa visión es muchísimo más excitante…
De pronto Nazli extiende el brazo hacia mí y su mano con el billete se sumerge sin pudores por la baja pretina de mi pantalón justo por donde marca “el camino a la felicidad”.
¡Por Alá! Se me corta el aliento al sentir el roce de sus dedos descender por mi pelvis… me estremece hasta los huesos el calor de su piel en contacto directo con esa íntima zona de mi piel… no sé cómo logré seguir bailando y aunque sólo fueron unos segundos me pareció una eternidad hasta que sus dedos tocaron mis vellos púbicos y luego siguieron buceando hasta rozar ligeramente la base de mi sexo.
¡Por todos los cielos!
Dejé de respirar, dejé de pensar, todo mi ser se volcó en un segundo hacia aquel punto de mi cuerpo tocado por primera vez por una mujer y en instantánea respuesta sentí el incendiario ardor entre mis piernas… potente, quemante, arrasando desde el fondo de mis entrañas hasta disparar la tirantez y la gruesa dureza con que se alzó mi miembro.
Nazli retiró de inmediato la mano antes de advertir los efectos que había provocado y veo que me dejó el billete metido a la mitad en el pantalón. Por un instante la vergüenza me asfixió al pensar en que todo el mundo se daría cuenta de mi vibrante erección pero recobré la calma al ver que por fortuna el bóxer extra-ajustado que utilizo siempre para bailar, más la anchura del pantalón, hacían pasar desapercibido mi “accidente laboral”.
Con la confianza recobrada clavé una intensa mirada en Nazli y vi el desafío coqueto en sus sensuales ojos negros, la ardiente pasión de mi mirada se reflejó en la suya y decidí devolverle su dinero.
El recuerdo está grabado a fuego en todo mi ser y al evocarlo parece que lo estoy viviendo de nuevo:
Me aproximo un poco más a ella de tal manera que su exquisito perfume me envuelve y todos mis sentidos se enloquecen mientras comienzo un intenso movimiento pélvico junto con el arreciar de tambores cercano al final de la música.
El público marca el ritmo acelerando sus rápidos aplausos y ya las mujeres lanzan sus más agudos zalghoutas[2] al darse cuenta de que mi juego de movimientos pélvicos y abdominales están haciendo subir el billete, sacándolo de mi pantalón centímetro a centímetro…
Mis expertos movimientos lo van haciendo subir cada vez más y más, la música arremete con alucinante aceleración y yo inicio un mortal tiritón de caderas, rápido, ardiente, provocativo… hasta que justo con el último tambor el billete salta fuera de mi pantalón y vuela por el aire para caer deslizándose sobre la mesa de Nazli.
La ovación final es abrumadora, totalmente ensordecedora.
¡Alá, les ha gustado mi primer baile pagado!
Entre el ruido de los aplausos y los gritos tomo la mano de Nazli y la beso mientras le digo seduciéndola con el fuego de mis ojos y con cada profunda inflexión de mi voz:
- Muchas gracias por el pago pero es un baile étnico, no uno de desnudista.
Ella sabe que no estoy molesto y me hace un adorable puchero al responderme:
- Es una lástima, realmente desearía verte desnudo justo ahora. Lamento haberte ofendido con mi billete.
- No me ofendiste, era un billete grande, si hubiese sido uno de baja denominación sería distinto.
Ambos nos largamos a reír y poco después salimos juntos del Club.
Desde ese día volvimos a vernos como antes. Salimos cada vez que mis pocos ratos libres entre mis tres trabajos me lo permitían y yo realmente me esmeré en reconquistar su corazón, que estaba un tanto dolido porque antes me alejé de ella cuando comenzó la enfermedad de Mine.
Cada día mis sentimientos hacia ella fueron creciendo más y más al igual que mis deseos de hacerle el amor, por eso me di cuenta de que realmente estaba enamorado de Nazli, porque yo no creo en tener sexo sólo por tenerlo.
El corazón debe latir con algo más que puro deseo y pasión.
Ayer, 14 de febrero, le declaré al fin mis sentimientos e hicimos el amor por primera vez.
El día de San Valentín.
Nos entregamos el uno al otro y fue mi primera vez en todo sentido, porque yo reservaba mi cuerpo para que mi primera experiencia sexual, mi primer éxtasis de clímax fuese junto a la mujer que amara.  
Jamil me llama anticuado, demasiado soñador e idealista por eso, pero realmente a mí me interesa primero penetrar profundamente en el corazón de una mujer, luego acunar su alma muy dentro de la mía y por último como consecuencia de ello fundir íntimamente nuestros cuerpos convirtiéndonos en un solo ser cuando hacemos el amor.
Ese es mi máximo ideal: Hacer el amor.
Y hacerlo con el mayor órgano sexual, el corazón. No creo en eso de sólo tener relaciones sexuales por tenerlas.
Idealmente también imaginaba que sería la primera vez de Nazli, que descubriríamos juntos las delicias del placer carnal, de explorar nuestros cuerpos con besos y caricias hasta el más oculto rincón… pero ella tenía experiencia previa. Su primera vez la entregó a otro antes que yo y está bien si así fue, no es asunto mío.
No siempre podemos tener todo lo que soñamos exactamente igual a como lo soñamos.
De todas maneras fue un momento mágico e inolvidable. Sucedió después de que fuimos de paseo al Parque Forestal que estaba lleno de parejas de enamorados compartiendo su romántico día de San Valentín.
Invité a Nazli a tomar un helado en el Bravísimo de Providencia y le compré una rosa roja y un globo con forma de corazón. Ocupé mis ahorros de propinas de tres meses que tenía destinados a comprarme unas nuevas zapatillas pero así no me siento culpable por gastar el dinero de mi sueldo, que dejo por completo para el fondo común de Mine. Todavía puedo aguantar unos meses con mis viejas zapatillas.
Al final del día Nazli me pidió que la acompañara a su casa y me invitó a pasar para que revisara que todo estuviese bien, porque sus padres se habían ido unos días a la nieve y los delincuentes estaban entrando a robar con frecuencia en su vecindario. Eran casas de familias muy adineradas y el lujo que saltaba a la vista sin duda tentaba a más de alguien.
Entramos y tal como dijo Nazli no estaba ni siquiera el personal de servicio, todo se sumía en el silencio hasta que ella puso música en la sala mientras yo revisaba las espaciosas habitaciones decoradas con carísimo lujo.
Con dolor me di cuenta de por qué aún no quería presentarme a sus padres, sin duda se avergüenza de mi condición económica. Ya iba a retirarme desolado por esa realidad que no puedo cambiar, cuando Nazli dijo que faltaba revisar el ático y esta vez ella me acompañó…
¡Vaya ático!
Era una habitación inmensa decorada con moderno lujo que en un estilo abierto ostentaba una gran cama King size con dosel, una piscina temperada más allá y hacia el fondo un sauna y un jacuzzi.
Nazli me sonrió con sus negrísimos ojos brillantes de pasión y ya era obvio que no se trataba de revisar el ático.
La abracé estrechando el calor de su cuerpo contra el mío y la besé adentrándome con profunda avidez en su boca… su respiración se volvió jadeante, anhelante, igual que el fuego que ya ardía expectante entre mis piernas. Mis manos se deslizaron por su espalda sintiendo el calor de su piel a través de la delgada tela de su vestido de falda corta… continué besándola con el corazón a mil por hora temiendo que se molestara y me detuviera pero no lo hizo y seguí descendiendo mis cautelosas manos hasta ahuecar en mis palmas sus firmes y redondeadas nalgas… Tampoco protestó así que la estreché aún más contra mi cuerpo para que sintiera mi endurecido sexo llamando desesperadamente a la puerta del suyo…
¡Y ella no rechazó el llamado!
Sus piernas se separaron para mí y mi pelvis danzó entrando y saliendo profundo entre ellas con un balanceo que arrancó gemidos de su boca, dentro de mi boca.
¡Nuestra ropa ya estaba de sobra!
Fluimos como una ardiente marea hacia la cama y nos desnudamos mutuamente… yo alabé la belleza de cada parte de su escultural cuerpo que iba descubriendo mi vista, adoré con mis besos cada centímetro de su blanca y suavísima piel mientras sus manos también se deshacían de mi ropa, hasta que ambos estuvimos completamente desnudos sobre la cama.
Desde ese instante yo suplí mi inexperiencia dejándome guiar por la pasión y el amor que sentía por Nazli.
Probé con mi boca sus exquisitos y alzados senos, los ansiaba desde que me tentaban a través de su escote y ahora con libre paso los saboreé como al más delicioso manjar, centímetro a centímetro mi lengua y mis besos subieron por sus turgentes montes hasta conquistar la cumbre de sus pezones que ya estaban endurecidos al atraparlos enteros dentro de mi boca… los devoré, los succioné con pasión hasta que descubrí los misteriosos secretos del clímax femenino…
Me pareció que Nazli reprimía sus gemidos mientras su cuerpo se estremecía de placer bajo el mío hasta alcanzar un intenso orgasmo que mis manos acentuaron danzando por toda su piel, hasta que llevé una de ellas a sumergirse entre sus piernas y descubrí su humedad más que lista para recibirme… entonces entré profundamente en ella…
El estallido de placer nubló todos mis sentidos y mi instinto tomó todo el control mientras mi corazón latía desbocadamente y mi cuerpo en llamas comenzaba una nueva danza, la danza del amor dentro del cuerpo de mi preciosa, amada Nazli.
Pronto mis jadeos y gemidos guturales se unieron a los de ella aunque ya era obvio para mí que se esforzaba en reprimirlos… ¿Por qué haría algo así? Vagamente recuerdo algo que me dijo Jamil, que una de sus amantes le había confesado que lo hacía para que no pensase mal de ella, que era una mujer de la vida o algo por el estilo, ¡eso me parece absurdo! Justo ahora pienso que ambos tenemos el pleno derecho a manifestar lo que estamos experimentando, yo jamás pensaría mal de Nazli por eso.
Sin embargo, ahora no encuentro la forma de decírselo mientras descubro que ella tampoco toma ninguna iniciativa, me deja esa completa labor a mí así que yo me entrego con apasionado amor a ser muy creativo en procurar su máximo goce y satisfacción… hasta que ambos llegamos al mismo tiempo a la más alta cumbre de la excitación y el mutuo placer.
Es mi primera vez…
¡Qué momento! No puedo describirlo con palabras.
Sólo puedo decir que fue más exquisito de lo que jamás pude imaginar; más intenso, más delicioso, más ardiente… Un éxtasis suspendido justo entre la vida y la muerte… Por un instante mi alma alcanzó ese magnífico vacío en donde todos los problemas, preocupaciones y miedos se desvanecen por completo.
Sólo existíamos Nazli y yo, nuestros cuerpos desnudos entregándose y disfrutándose a fondo, nuestras almas fundidas como a fuego, nuestros corazones palpitando a un mismo aceleradísimo ritmo.
Mi cuerpo ahora ya conoce una nueva danza, la danza del amor que logra inundar de placer hasta el rincón más íntimo de una mujer.
Por las indiscreciones de Jamil en sus relaciones íntimas ahora supe descubrir que Nazli ya no era virgen pero en medio del sublime éxtasis tras mi primer orgasmo, mis labios permanecieron sellados al respecto y así seguirán. Jamás hablaré con nadie de estas experiencias por eso las escribo en este diario que es mi mudo confidente.
Nazli en cambio en cuanto recobró el aliento me preguntó si había sido mi primera vez, ¡Alá, se dio cuenta! Cuando se lo confirmé temiendo que me descubrió por mi inexperiencia ella me dijo que no podía creerlo.
Afirmó que yo parecía todo un experto.
Agradecí a las románticas penumbras de la habitación que ocultaron el rubor que encendió mi rostro. Más todavía cuando ella siguió dándome detalles “técnicos-comparativos” entre mi actuación y la de sus amantes anteriores que al parecer pos sus rápidas y entusiastas palabras habían sido tres… o más… quizás se me escapó algún nombre…
Eso quebró un poco el romanticismo del momento pero volví a repetirme en silencio que los sueños nunca resultan tan perfectos como los soñamos.
Nazli me dijo que las personas del servicio no llegarían hasta las nueve de la mañana así que nos seguimos disfrutando una y otra vez, sin pausas, casi sin respiros, sin darnos cuenta ni del transcurso del tiempo hasta que de pronto nos sorprendió el amanecer.
Tuve que irme corriendo al trabajo sin haber dormido nada en toda la noche. Me costó mucho permanecer despierto y con la mente atenta todo el día, porque además del agotamiento tras mi primera noche de hacer el amor apasionada e intensamente, no lograba dejar de pensar en Nazli.
Eso fue esta mañana y mi jefe del restorán estuvo a punto de despedirme por servir los desayunos cambiados, luego en el supermercado repuse las latas de conserva en el estante equivocado y por fortuna el césped crece rápido porque esta tarde corté demasiado al ras todo el jardín de un condominio.
Ahora llegué muy tarde a casa como para ir a ver a Nazli pero la acabo de llamar para darle las buenas noches. No puedo esperar a tener un tiempo libre para volver a vernos. Quería buscar en mi libro de poemas árabes los más bellos para dedicarlos a su desnudez la próxima vez que hagamos el amor, pero los ojos ya se me cierran solos y ni siquiera puedo concentrarme en esto que estoy escribiendo.
Será mejor que me vaya a dormir y así poder soñar con Nazli.




[1] Tambores de copa árabes.
[2] Ancestral grito árabe de alegría.
+

viernes, 15 de enero de 2016

El Diario de Víctor: Primera Entrada



TOMADO DEL DIARIO PRIVADO DE GHÁLIB GARIB
(El protagonista de la trilogía  Esclavo de Aurelia   algunos años antes de que fuese llamado Víctor por su Diosa Dorada)

Febrero 1, 2009.
Ayer cumplí diecinueve años.
No fue un cumpleaños alegre. Desde que Mine cayó enferma a principios del año pasado, el temor de perderla ha ensombrecido por completo nuestras vidas.
El costosísimo tratamiento de esa rara enfermedad está consumiendo rápidamente nuestros recursos, y sólo para mantener controlados los síntomas, no existe cura. Vivimos con el desgarrador temor de que llegue el día en que ya no nos quede dinero para costearlo y la vida de Mine corra peligro. No le deseo a nadie esa angustiosa sensación de impotencia.
Con toda esa preocupación encima no me importó la falta de regalos ni que ni siquiera hubiese un pastel. Antes los cumpleaños en casa estaban llenos de música, pasteles, risas, bailes y amigos pero ayer me bastó con los buenos deseos de mi madre, con la sonrisa que ella se esforzó en dedicarme aunque la tristeza no abandona su mirada desde que mi hermanita manifestó esa enfermedad.  También recibí el apretón de manos de mi padre que es mi guía; intento seguir el ejemplo de su férrea fortaleza para no rendirme ante ningún problema.
Y en definitiva, mi más grande regalo de cumpleaños fue el abrazo y la sonrisa de Mine. Tenerla con nosotros no tiene precio, el sólo oír su risa cristalina a pesar de los malestares que sufre me da la fuerza para hacer lo que sea con tal de conseguir el dinero necesario para que nunca le falte su tratamiento.
Lo que sea.
La empresa de mi padre va directo a la quiebra mientras sus amigos desaparecen rápidamente. Así que para aportar dinero a la familia ya llevo un año trabajado en todo tipo de lugares cuyos horarios pudiese combinar con los estudios. Eso me hacía correr todo el día, no me daba tiempo para estudiar y me dejaba un pequeño margen de tres o cuatro horas diarias para dormir.
Realmente lo intenté pero en los últimos exámenes no rendí bien, a decir verdad me dormí sobre la hoja de las respuestas. Por eso decidí que lo mejor sería abandonar la universidad. No me siento bien gastando en estudios cuando la vida de Mine peligra por falta de recursos.
Así que hoy dejé la universidad y desde ahora trabajaré tiempo completo.
Trabajaré treinta, cuarenta, cincuenta horas al día si encuentro quién me las pague.
Esta noche comienzo un nuevo trabajo de tiempo parcial que se suma a los otros que tengo durante toda la semana. Por lo menos no tuve que gastar en comprarme un traje nuevo. No voy a necesitarlo esta noche, de hecho casi no usaré ropa.
Voy a bailar en el Club Árabe de Santiago.
Mi amigo Jamil que es asiduo habitante de la barra del Club, me dijo que estaban buscando a alguien para los fines de semana, así que me presenté a dar la prueba.
El encargado del lugar me hizo pasar a su lujosa oficina privada y de inmediato me escaneó de pies a cabeza con la mirada. Me sentí muy incómodo allí de pie mientras ese hombre daba vueltas a mi alrededor. Quise pensar que sólo hacía su trabajo para encontrar a alguien idóneo para el espectáculo del Club. Pero cuando luego me aconsejó quitarme la camisa antes de empezar a bailar…  hum…
Forzando mi positivismo al máximo otra vez quise pensar que era algo normal, pero si ya me sentía humillado por el anterior examen visual, ahora cuando me quité la camisa y quedé allí a torso desnudo me sentí como un pedazo de carne puesto en oferta en el mercado.
Y ya no me quedó duda alguna de que ese hombre me miraba de forma anormal.
No. Eso es poco decir, ¡sus ojos terminaron de desnudarme por completo!
Estuve a punto de tomar mis cosas, vestirme mi camisa y salir corriendo de allí, pero me sujetó el recuerdo de la sonrisa de Mine.
El encargado me habló del pago mientras se alejaba hacia un equipo de música puesto en la biblioteca tras su escritorio y era bastante dinero por un par de horas los fines de semana.
No he mentido al decir que haría cualquier cosa por Mine y ahora es momento de demostrarlo.
Mientras ese tipo no intente ir más allá de las miradas…
Respiré hondo y me concentré en la música que él puso a todo volumen.
Me apasiona bailar.
El ritmo de los darbukas[1] se me mete por las venas y me corre como fuego por el cuerpo encendiendo el movimiento de mi abdomen, mis caderas, mi pelvis… El sensual placer de la danza me hace pensar en que así es como me gustaría hacer el amor con la mujer que amo… Nuestros cuerpos moviéndose desnudos al unísono, el calor de nuestra piel fundiéndose en una sola danza… Y yo amándola con cada parte de mi cuerpo, adorando su desnudez con mis besos, acariciando intensamente su alma con mi alma, besándola hasta su más profunda intimidad.
Desearía hacerme todo suyo, entregarle la apasionada danza de mi cuerpo muy dentro del suyo mientras la hago toda mía, con cada uno de mis sentidos abocados ardientemente a hacerla alcanzar el grado más infinito y más perfecto de placer.
Mi placer sería verla explotar en su más memorable clímax, mi satisfacción más plena sería que ella se derritiese extasiada en la suya.
Pero más allá de todo aquello, mi más grande anhelo sería penetrar hasta lo más hondo de su corazón.
Así pienso que debería hacerse el amor con la mujer amada.
Nunca lo he hecho.
Estoy esperando a esa mujer especial que haga vibrar de pasión mi corazón, que al mirarla a los ojos me haga sentir completamente perdido dentro de los suyos, que al verla por primera vez estremezca toda mi existencia con tal fuerza que me deje la certeza de que ya no podré respirar si ella no está a mi lado.
No tengo apuro, la esperaría toda la vida porque para mí el sexo sin sentimientos no tiene ningún sentido, es algo frío, desolador, dolorosamente vacío.
Jamil suele reírse de mí por esta forma de pensar. Él tiene mi misma edad y ya ha estado con muchas más mujeres de las que puede recordar.
Yo sólo me he fijado en una.
Nazli…
Su belleza de largos cabellos azabaches y ojos de aceituna invadió por completo mi recuerdo, mientras el calor de la danza se mezclaba con mi fuego interno siguiendo el sensual retumbar de la música.
La conocí hace un año en el Club, yo conversaba con Jamil en la barra y ella reía allá lejos con sus amigas, lanzándome de vez en cuando su profunda mirada abanicada por espesas y largas pestañas.
Me acerqué y conversamos largo rato. Luego la invité algunas veces al cine, a bailar, a comer… Pero desde lo de Mine toda mi atención y preocupación se enfocó en que jamás faltase el dinero para salvarle la vida.
Dejé de salir con Nazli y ahora sólo la veo de vez en cuando en el Club.
Sus ojos todavía me sonríen.
Mientras seguía danzando yo imaginé su suave y blanca piel totalmente desnuda, mis brazos alrededor de su cintura apegándola a mi cuerpo caliente… su bello monte rozando mis íntimas zonas alzadas en llamas al bailar juntos…
De pronto la música terminó y me detuve por reflejo.
Me había ido muy dentro de mis pensamientos y me olvidé por completo del encargado hasta que me di cuenta de que él me estaba mirando con la boca muy abierta y unos ojos decididamente voraces clavados en mi entrepierna, cubierta por los ajustados y delatores vaqueros.
¡Alá! La sensual danza pensando en Nazli me pasó la cuenta.
El encargado dio un paso hacia mí con ojos llameantes de lujuria sin dejar de mirarme muy por debajo de la cintura, pero yo no me iba a quedar allí quieto esperándolo.
Me apuré en tomar mi camisa de un manotazo y en dos trancos llegué a mi bolso. Saqué deprisa mi saif, (mi muy bien afilada cimitarra árabe), y le dije que también sabía danzar excelentemente con ella mientras la blandía con fuerza haciendo silbar el aire.
Estaba determinado a usarla en su cuello si intentaba poner sobre mí algo más que sus ojos y sin duda el encargado vio la amenaza en mi rostro, porque se detuvo en seco lejos del alcance de mi afilada saif.
 Por suerte me dio el trabajo pero tendré que mantenerme lo más lejos posible de ese hombre.
Como sea, esta noche bailo por primera vez para un grupo de personas fuera de las reuniones familiares y eso me pone algo nervioso.
¿Estará allí Nazli?
Mis pensamientos se escapan una vez más como ráfaga sin control hacia ella. Cierro los ojos y puedo ver su largo cabello de negra seda ondeando al viento, puedo percibir el aroma como un mar de rosas que desprende su suave y perfumada piel…
Me imagino haciendo el amor por primera vez en mi vida, con ella y para ella. Desearía entregarme a su placer con todo mi ser, hacerla mía con todo el amor y el respeto que cada preciosa, sublime y delicada criatura llamada mujer se merece.
De pronto un pensamiento más realista me golpea sin piedad y siento encogérseme el estómago.
Ella me verá bailar por dinero.
Respiro hondo haciéndome a la idea, dejando pasar la oleada de humillación que ese hecho me hace experimentar.
Voy a bailar por dinero.
Intento repetirlo mil veces en mi interior, hasta que la idea no golpee tan fuerte mi orgullo.
Voy a tener dinero para Mine y es todo lo que importa.
No es cierto, hay algo más.
Realmente ruego a Alá que mis padres jamás se enteren.
El orgullo de mi padre sufriría un daño irreversible y mi madre quizás se sentiría decepcionada de mí. No soportaría ver eso en su mirada.
Les he dicho que voy al Club como siempre a encontrarme con Jamil.

Espero que todo salga bien esta noche.




[1] Tambores de copa árabes.