TOMADO DEL DIARIO PRIVADO DE GHÁLIB GARIB
(Cinco años antes de que fuese llamado Víctor,
Febrero 15, 2009.
Hace ya dos semanas desde que bailé por primera vez en el Club
Árabe y han sucedido muchas cosas.
Cosas nuevas e increíbles que están dejando marcas en mi vida
porque van cargadas de esas emociones y sentimientos que llevan la inolvidable
etiqueta de: “Mi primera vez”.
El 1 de febrero bailé por primera vez en el Club Árabe.
Mi actuación estaba programada para las doce de la noche, pero
como era día domingo había mucha clientela en el otro restorán donde trabajo de
mozo y no pude salir hasta las once.
Corrí a tomar el bus pero tardaba demasiado en pasar y decidí
irme corriendo. Veinte manzanas me pareció muy poco para gastar en un taxi y en
todo caso me serviría de calentamiento para el baile.
¡Y vaya calentamiento!
Al llegar al Club todavía no recobraba el aliento cuando el
encargado me salió al encuentro diciéndome que me quitara la camisa.
¿Ya empezamos con esos acosos?
Lo miré desconfiado pero él me explicó nerviosamente que el
cantante no llegó y que yo debía salir de inmediato a bailar.
En cuanto me lo dijo corrió a anunciarme al público.
Qué sensación increíble, bailar hiperventilado y con un golpe
de nervios en el estómago. Espero no sufrir de pánico escénico.
Rápidamente dejo mi mochila en el suelo, me quito la camisa
que estaba empapada por la larga carrera, me seco un poco con ella y hago volar
lejos mis zapatillas mientras bajo mi pantalón hasta media cadera.
Justo a tiempo para oír el anuncio allá en el salón:
“¡Dejo con ustedes a nuestro nuevo bailarín
étnico, Ghálib Garib!”
Me encogí ante mi nombre proclamado a los cuatro vientos y
recién pensé en que debí inventarme un seudónimo. ¡Alá, que no se enteren mis
padres por favor!
Doy gracias de que estén apartados de la vida social y de que
sus amigos huyan de nosotros como si tuviésemos lepra. La lepra de la escasez
de dinero por la enfermedad de Mine.
La música comienza con el poderoso ritmo de los darbukas[1]
y me arrastra como un imán hacia el escenario. Descalzo y vistiendo sólo mi
blanco pantalón de danza de ajustada pretina y anchas piernas, camino con una
soltura y seguridad que en realidad no siento para nada.
¡Los nervios me carcomen por dentro!
Al llegar al centro de la circular pista rodeada de mesas en
donde conversan y comparten los asiduos socios del Club, miro hacia la barra
buscando apoyo y allí veo a mi incondicional amigo. Jamil me sacude una mano
alegremente en saludo y rompe a aplaudir iniciando una reacción en cadena. Es
mi primer aplauso de parte de un público fuera de nuestras antiguas fiestas familiares,
y súbitamente aquel gentil recibimiento me transmite una poderosa energía.
Al instante el nerviosismo desaparece absorbido por la música
y entonces mi pasión por la danza toma absolutamente el control.
Mi cuerpo se enciende en el sensual movimiento que marca los
tambores y el replicar de las flautas y cuerdas de aquella intensa música
étnica que invade por completo el lugar, y que junto con las luces crean la
magia del color y hasta el calor del desierto… Muevo mis músculos abdominales
como dunas cimbreantes al viento… mi pelvis se sumerge y emerge con la ardiente
lentitud del sol por el rojo horizonte desértico…
Nunca he estado en Arabia Saudita pero me gustaría conocer la
cuna de mis antepasados, aunque con nuestra actual condición económica eso es
un sueño más que imposible.
Mientras danzo, mi mente vuela por esos parajes de verdes
oasis ocultos entre altas dunas… imagino las ancestrales caravanas de camellos,
las aldeas de coloridas carpas y las impactantes noches infinitamente
estrelladas…
Hasta que de pronto tras un giro en redondo la veo llegar y
sentarse deprisa a una mesa justo a la orilla de la pista. Sus bellísimos ojos
negros se clavaron con abierto asombro en mi torso desnudo…
Nazli.
Alá, ¡por un segundo casi me quedé paralizado!
La potente intensidad de la música me obligó a reaccionar y
desde ese instante toda mi danza, todo mi cuerpo, cada parte de mí se dedicó
por completo a conquistarla.
Me acerqué a su mesa marcando los vibrantes tambores en cada
paso, lento, sensual, como un león que se aproxima a su presa…
Al captar mi intención de dedicarle el baile a una bella joven
del público, los demás asistentes arremetieron haciendo palmas con más fuerza
en medio de entusiastas voces y silbidos.
El ambiente subía de temperatura rápidamente, yo podía sentir
el calor apegándose a mi piel desnuda junto con las miradas de todas las damas que
parecían adivinar el excitado volcán que bullía dentro de mí mientras le dedicaba
a Nazli mis mejores movimientos de cadera, mis sacudidas de hombros, mis saltos
de pectorales marcando cada tambor en juego con mis abdominales y mis más
intensos balanceos pélvicos en perfecto control de cada músculo, lo que mantenía
al público prodigando constantes gritos de algarabía.
Nazli era la más feliz haciéndome palmas desde su silla con
una sonrisa radiante. ¡Por Alá, ella es la belleza hecha escultura viva ante
mis ojos!
Si se hubiese ruborizado me habría alejado para no
incomodarla, pero se lo tomó muy bien así que sigo adelante con mi danza de
seducción.
Me vuelvo de espaldas y le muestro cómo hago danzar mi columna
vertebral cual serpiente emergente desde la baja cintura de mi pantalón. Mi experto
movimiento que agrega un excitante balanceo de caderas hace arreciar el clamor
femenino hasta sobrepasar el volumen de la música. Feliz del efecto que
provocaría también en Nazli me vuelvo para danzarle de frente y me sorprendo al
ver que tiene un billete en su mano…
¿Qué pensará hacer con eso?
Empujo mi cadera hacia Nazli justo como me gustaría hacerlo al
hacer el amor con ella…
Recuerdo aquel día cuando hice la prueba y la imaginé desnuda
entre mis brazos... En cambio ahora la tengo aquí mismo frente a mí y la
hermosa visión es muchísimo más excitante…
De pronto Nazli extiende el brazo hacia mí y su mano con el
billete se sumerge sin pudores por la baja pretina de mi pantalón justo por
donde marca “el camino a la felicidad”.
¡Por Alá! Se me corta el aliento al sentir el roce de sus
dedos descender por mi pelvis… me estremece hasta los huesos el calor de su
piel en contacto directo con esa íntima zona de mi piel… no sé cómo logré
seguir bailando y aunque sólo fueron unos segundos me pareció una eternidad
hasta que sus dedos tocaron mis vellos púbicos y luego siguieron buceando hasta
rozar ligeramente la base de mi sexo.
¡Por todos los cielos!
Dejé de respirar, dejé de pensar, todo mi ser se volcó en un
segundo hacia aquel punto de mi cuerpo tocado por primera vez por una mujer y en instantánea respuesta sentí el incendiario ardor entre mis piernas… potente,
quemante, arrasando desde el fondo de mis entrañas hasta disparar la tirantez y
la gruesa dureza con que se alzó mi miembro.
Nazli retiró de inmediato la mano antes de advertir los
efectos que había provocado y veo que me dejó el billete metido a la mitad en el
pantalón. Por un instante la vergüenza me asfixió al pensar en que todo el
mundo se daría cuenta de mi vibrante erección pero recobré la calma
al ver que por fortuna el bóxer extra-ajustado que utilizo siempre para bailar, más la
anchura del pantalón, hacían pasar desapercibido mi “accidente laboral”.
Con la confianza recobrada clavé una intensa mirada en Nazli y
vi el desafío coqueto en sus sensuales ojos negros, la ardiente pasión de mi
mirada se reflejó en la suya y decidí devolverle su dinero.
El recuerdo está grabado a fuego en todo mi ser y al evocarlo
parece que lo estoy viviendo de nuevo:
Me aproximo un poco más a ella de tal manera que su exquisito
perfume me envuelve y todos mis sentidos se enloquecen mientras comienzo un
intenso movimiento pélvico junto con el arreciar de tambores cercano al final
de la música.
El público marca el ritmo acelerando sus rápidos aplausos y ya
las mujeres lanzan sus más agudos zalghoutas[2]
al darse cuenta de que mi juego de movimientos pélvicos y abdominales están
haciendo subir el billete, sacándolo de mi pantalón centímetro a centímetro…
Mis expertos movimientos lo van haciendo subir cada vez más y
más, la música arremete con alucinante aceleración y yo inicio un mortal
tiritón de caderas, rápido, ardiente, provocativo… hasta que justo con el último
tambor el billete salta fuera de mi pantalón y vuela por el aire para caer
deslizándose sobre la mesa de Nazli.
La ovación final es abrumadora, totalmente ensordecedora.
¡Alá, les ha gustado mi primer baile pagado!
Entre el ruido de los aplausos y los gritos tomo la mano de
Nazli y la beso mientras le digo seduciéndola con el fuego de mis ojos y con cada
profunda inflexión de mi voz:
- Muchas gracias por el pago pero es un baile étnico, no uno
de desnudista.
Ella sabe que no estoy molesto y me hace un adorable puchero
al responderme:
- Es una lástima, realmente desearía verte desnudo justo
ahora. Lamento haberte ofendido con mi billete.
- No me ofendiste, era un billete grande, si hubiese sido uno
de baja denominación sería distinto.
Ambos nos largamos a reír y poco después salimos juntos del
Club.
Desde ese día volvimos a vernos como antes. Salimos cada vez
que mis pocos ratos libres entre mis tres trabajos me lo permitían y yo
realmente me esmeré en reconquistar su corazón, que estaba un tanto dolido
porque antes me alejé de ella cuando comenzó la enfermedad de Mine.
Cada día mis sentimientos hacia ella fueron creciendo más y
más al igual que mis deseos de hacerle el amor, por eso me di cuenta de que
realmente estaba enamorado de Nazli, porque yo no creo en tener sexo sólo por
tenerlo.
El corazón debe latir con algo más que puro deseo y pasión.
Ayer, 14 de febrero, le declaré al fin mis sentimientos e
hicimos el amor por primera vez.
El día de San Valentín.
Nos entregamos el uno al otro y fue mi primera vez en todo
sentido, porque yo reservaba mi cuerpo para que mi primera experiencia sexual,
mi primer éxtasis de clímax fuese junto a la mujer que amara.
Jamil me llama anticuado, demasiado soñador e idealista por
eso, pero realmente a mí me interesa primero penetrar profundamente en el
corazón de una mujer, luego acunar su alma muy dentro de la mía y por último
como consecuencia de ello fundir íntimamente nuestros cuerpos convirtiéndonos
en un solo ser cuando hacemos el amor.
Ese es mi máximo ideal: Hacer el amor.
Y hacerlo con el mayor órgano sexual, el corazón. No creo en
eso de sólo tener relaciones sexuales por tenerlas.
Idealmente también imaginaba que sería la primera vez de
Nazli, que descubriríamos juntos las delicias del placer carnal, de explorar
nuestros cuerpos con besos y caricias hasta el más oculto rincón… pero ella
tenía experiencia previa. Su primera vez la entregó a otro antes que yo y está
bien si así fue, no es asunto mío.
No siempre podemos tener todo lo que soñamos exactamente igual
a como lo soñamos.
De todas maneras fue un momento mágico e inolvidable. Sucedió
después de que fuimos de paseo al Parque Forestal que estaba lleno de parejas
de enamorados compartiendo su romántico día de San Valentín.
Invité a Nazli a tomar un helado en el Bravísimo de
Providencia y le compré una rosa roja y un globo con forma de corazón. Ocupé
mis ahorros de propinas de tres meses que tenía destinados a comprarme unas
nuevas zapatillas pero así no me siento culpable por gastar el dinero de mi
sueldo, que dejo por completo para el fondo común de Mine. Todavía puedo
aguantar unos meses con mis viejas zapatillas.
Al final del día Nazli me pidió que la acompañara a su casa y
me invitó a pasar para que revisara que todo estuviese bien, porque sus padres se
habían ido unos días a la nieve y los delincuentes estaban entrando a robar con
frecuencia en su vecindario. Eran casas de familias muy adineradas y el lujo
que saltaba a la vista sin duda tentaba a más de alguien.
Entramos y tal como dijo Nazli no estaba ni siquiera el personal
de servicio, todo se sumía en el silencio hasta que ella puso música en la sala
mientras yo revisaba las espaciosas habitaciones decoradas con carísimo lujo.
Con dolor me di cuenta de por qué aún no quería presentarme a sus
padres, sin duda se avergüenza de mi condición económica. Ya iba a retirarme desolado
por esa realidad que no puedo cambiar, cuando Nazli dijo que faltaba revisar el
ático y esta vez ella me acompañó…
¡Vaya ático!
Era una habitación inmensa decorada con moderno lujo que en un
estilo abierto ostentaba una gran cama King size con dosel, una piscina
temperada más allá y hacia el fondo un sauna y un jacuzzi.
Nazli me sonrió con sus negrísimos ojos brillantes de pasión y
ya era obvio que no se trataba de revisar el ático.
La abracé estrechando el calor de su cuerpo contra el mío y la
besé adentrándome con profunda avidez en su boca… su respiración se volvió
jadeante, anhelante, igual que el fuego que ya ardía expectante entre mis
piernas. Mis manos se deslizaron por su espalda sintiendo el calor de su piel a
través de la delgada tela de su vestido de falda corta… continué besándola con
el corazón a mil por hora temiendo que se molestara y me detuviera pero no lo
hizo y seguí descendiendo mis cautelosas manos hasta ahuecar en mis palmas sus
firmes y redondeadas nalgas… Tampoco protestó así que la estreché aún más
contra mi cuerpo para que sintiera mi endurecido sexo llamando desesperadamente
a la puerta del suyo…
¡Y ella no rechazó el llamado!
Sus piernas se separaron para mí y mi pelvis danzó entrando y
saliendo profundo entre ellas con un balanceo que arrancó gemidos de su boca,
dentro de mi boca.
¡Nuestra ropa ya estaba de sobra!
Fluimos como una ardiente marea hacia la cama y nos desnudamos
mutuamente… yo alabé la belleza de cada parte de su escultural cuerpo que iba descubriendo
mi vista, adoré con mis besos cada centímetro de su blanca y suavísima piel
mientras sus manos también se deshacían de mi ropa, hasta que ambos estuvimos
completamente desnudos sobre la cama.
Desde ese instante yo suplí mi inexperiencia dejándome
guiar por la pasión y el amor que sentía por Nazli.
Probé con mi boca sus exquisitos y alzados senos, los ansiaba
desde que me tentaban a través de su escote y ahora con libre paso los saboreé
como al más delicioso manjar, centímetro a centímetro mi lengua y mis besos subieron
por sus turgentes montes hasta conquistar la cumbre de sus pezones que ya
estaban endurecidos al atraparlos enteros dentro de mi boca… los devoré, los
succioné con pasión hasta que descubrí los misteriosos secretos del clímax
femenino…
Me pareció que Nazli reprimía sus gemidos mientras su cuerpo
se estremecía de placer bajo el mío hasta alcanzar un intenso orgasmo que mis
manos acentuaron danzando por toda su piel, hasta que llevé una de ellas a sumergirse
entre sus piernas y descubrí su humedad más que lista para recibirme… entonces
entré profundamente en ella…
El estallido de placer nubló todos mis sentidos y mi instinto
tomó todo el control mientras mi corazón latía desbocadamente y mi cuerpo en llamas
comenzaba una nueva danza, la danza del amor dentro del cuerpo de mi preciosa,
amada Nazli.
Pronto mis jadeos y gemidos guturales se unieron a los de ella
aunque ya era obvio para mí que se esforzaba en reprimirlos… ¿Por qué haría algo así?
Vagamente recuerdo algo que me dijo Jamil, que una de sus amantes le había
confesado que lo hacía para que no pensase mal de ella, que era una mujer de la
vida o algo por el estilo, ¡eso me parece absurdo! Justo ahora pienso que ambos
tenemos el pleno derecho a manifestar lo que estamos experimentando, yo jamás
pensaría mal de Nazli por eso.
Sin embargo, ahora no encuentro la forma de decírselo mientras
descubro que ella tampoco toma ninguna iniciativa, me deja esa completa labor a
mí así que yo me entrego con apasionado amor a ser muy creativo en procurar su
máximo goce y satisfacción… hasta que ambos llegamos al mismo tiempo a la más
alta cumbre de la excitación y el mutuo placer.
Es mi primera vez…
¡Qué momento! No puedo describirlo con palabras.
Sólo puedo decir que fue más exquisito de lo que jamás pude imaginar;
más intenso, más delicioso, más ardiente… Un éxtasis suspendido justo entre la
vida y la muerte… Por un instante mi alma alcanzó ese magnífico vacío en donde
todos los problemas, preocupaciones y miedos se desvanecen por completo.
Sólo existíamos Nazli y yo, nuestros cuerpos desnudos
entregándose y disfrutándose a fondo, nuestras almas fundidas como a fuego,
nuestros corazones palpitando a un mismo aceleradísimo ritmo.
Mi cuerpo ahora ya conoce una nueva danza, la danza del amor que
logra inundar de placer hasta el rincón más íntimo de una mujer.
Por las indiscreciones de Jamil en sus relaciones íntimas ahora
supe descubrir que Nazli ya no era virgen pero en medio del sublime éxtasis
tras mi primer orgasmo, mis labios permanecieron sellados al respecto y así
seguirán. Jamás hablaré con nadie de estas experiencias por eso las escribo en
este diario que es mi mudo confidente.
Nazli en cambio en cuanto recobró el aliento me preguntó si
había sido mi primera vez, ¡Alá, se dio cuenta! Cuando se lo confirmé temiendo
que me descubrió por mi inexperiencia ella me dijo que no podía creerlo.
Afirmó que yo parecía todo un experto.
Agradecí a las románticas penumbras de la habitación que
ocultaron el rubor que encendió mi rostro. Más todavía cuando ella siguió
dándome detalles “técnicos-comparativos” entre mi actuación y la de sus amantes
anteriores que al parecer pos sus rápidas y entusiastas palabras habían sido
tres… o más… quizás se me escapó algún nombre…
Eso quebró un poco el romanticismo del momento pero volví a
repetirme en silencio que los sueños nunca resultan tan perfectos como los
soñamos.
Nazli me dijo que las personas del servicio no llegarían hasta
las nueve de la mañana así que nos seguimos disfrutando una y otra vez, sin pausas,
casi sin respiros, sin darnos cuenta ni del transcurso del tiempo hasta que de
pronto nos sorprendió el amanecer.
Tuve que irme corriendo al trabajo sin haber dormido nada en
toda la noche. Me costó mucho permanecer despierto y con la mente atenta todo
el día, porque además del agotamiento tras mi primera noche de hacer el amor
apasionada e intensamente, no lograba dejar de pensar en Nazli.
Eso fue esta mañana y mi jefe del restorán estuvo a punto de despedirme
por servir los desayunos cambiados, luego en el supermercado repuse las latas
de conserva en el estante equivocado y por fortuna el césped crece rápido
porque esta tarde corté demasiado al ras todo el jardín de un condominio.
Ahora llegué muy tarde a casa como para ir a ver a Nazli pero
la acabo de llamar para darle las buenas noches. No puedo esperar a tener un
tiempo libre para volver a vernos. Quería buscar en mi libro de poemas árabes los
más bellos para dedicarlos a su desnudez la próxima vez que hagamos el amor,
pero los ojos ya se me cierran solos y ni siquiera puedo concentrarme en esto
que estoy escribiendo.
Será mejor que me vaya a dormir y así poder soñar con Nazli.
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