Fue una cena exquisita, aunque no me di
cuenta de lo que me serví. Me embriagaba la dicha de estar de nuevo en compañía
de Aurelia, que quiso mostrarse ante mí tan bella, segura y desenvuelta como
antes, hablándome muy entusiasmada de sus preparativos para el viaje a España.
- Mañana voy a tener un día muy ocupado
–me dice mientras come ávidamente, sin falsos recatos ante mí, sólo es ella
misma cenando igual como hace todo en su vida, muy intensa y apasionadamente-.
Tengo que arreglar unos asuntos en la mañana, y después voy a almorzar con
Charlotte para ponernos de acuerdo y comprar los pasajes juntas. ¿Ya tienes tu
pasaporte?
- Sí, ya lo tengo.
- Bien, entonces cuando vuelva del
almuerzo vamos a ir a comprar tu ropa de código.
- ¿Qué es eso? –la miro intrigado y
fascinado a la vez, preguntándome cómo alguien puede verse tan sensual con un
blusón suelto de cuello alto y manga larga, ¿será por la forma tan naturalmente
provocativa en que devora sus espárragos?
- Es algo que exigen en la reunión –me
responde con la boca llena masticando los espárragos-, se supone que todos
deben saber cuál es tu rol con sólo ver cómo vas vestido. Toda mi ropa grita a
los cuatro vientos que soy una diosa así que no tendrán dudas conmigo, pero tú
deberás ir vestido de forma que se note que eres mi esclavo. Por lo que vi en
la red se usan los pantalones de cuero negro y camisas negras, o a torso
desnudo con tirantes con pinchos y remaches, ¡pero nada de eso me gusta! Odio
el color negro así que decidí llevarte vestido de árabe, con pantalón, pañuelo
y uno de esos chalecos cortitos abiertos que deje ver tu estupendo pecho, ¡todo
en color blanco! Te verás genial, ¡las demás amas me envidiarán! Seguro me pedirán
que te ceda a ellas por unas horas…
Doy un respingo en la silla y la miro
con el tenedor en el aire.
- ¿Y eso se puede hacer? –le pregunto
preocupado.
- Por supuesto, es una práctica común
en esas reuniones; ceder o intercambiar esclavos, ¡puede ser muy divertido! Te
gustará probar un rato con las otras dóminas, vivir experiencias nuevas y
excitantes con ellas que son mucho más expertas que yo y te enseñarán al fin lo
que es una verdadera sesión…
Me cosquillea dolorosamente el estómago y el corazón me salta muy fuerte al
preguntarle:
- ¿Vas a cederme a otras mujeres?
Aurelia me mira con una sonrisa
perversamente divertida.
- ¿Tú qué crees, Víctor? ¿Eso te
gustaría?
- No, por supuesto que no –mi voz y
todo en mi respuesta es bastante rotundo y Aurelia se larga a reír con ganas,
salpicando un poco de ensalada que sale disparada de su boca.
- ¡Ay, si vieras la cara de afligido
que pusiste! –se ríe de mí limpiándose con la servilleta y luego sus dorados
ojos brillan fogosamente al afirmar-. Eres mío, Víctor, ¡y pobre de la ama que
te ponga siquiera un ojo encima!
¡Uf!, respiro aliviado y sigo con mi
cena.
- Gracias, yo no tengo ojos para nadie
más que para ti, Aurelia. No necesito experimentar nada con ninguna otra ama.
- Serás el único esclavo con esa mentalidad,
yo creo. Porque por lo que he investigado, a la mayoría le fascina la idea de
probar con otras amas en esas reuniones. Mejor para ti, porque de todas formas
no iba a permitirte semejante cosa. Aunque yo sí quiero probar con otros
esclavos…
Sus ojos destellan con ese osado
desenfado que no admite límites a sus deseos, y un escalofrío doloroso recorre
mi cuerpo provocándome una sensación cercana al miedo.
- ¿Probarás con otros esclavos?
–pronuncio casi sin aliento.
- Por supuesto, en esa reunión se dará
perfecta la oportunidad; seguro llegarán algunos bellos perritos sin ama que se
pondrán a disposición de las dóminas que quieran usarlos, o a veces también se
hacen subastas de esclavos. Tengo una genial fantasía erótica con cuatro
esclavos a la vez –me dice muy feliz en tono confidencial y por poco me ahogo
con el agua que estaba bebiendo, toso carraspeando y Aurelia me tranquiliza deprisa-.
¡Hey, calma! No te preocupes, Víctor, a ti te tengo reservado un lugar de
privilegio en mi fantasía… -me guiña un ojo con sensual picardía.
Le esbozo una sonrisa insegura… ¿Estará
hablando en serio? ¡Alá, espero que eso de conseguir tres esclavos más para su
fantasía sea una broma! Porque sólo de imaginar esa escena… ¡No, ni siquiera
puedo imaginármela! Siento que se me
desgarra el alma y los celos me hacen arder la sangre… ¡No podría soportarlo!
Aunque a Aurelia le importaría un comino mi opinión, diría que es libre de
hacer lo que se le antoje y tendría razón. Pero si lo hiciese, el dolor y los
celos despedazarían como jauría de hienas a
mi corazón enamorado…
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