De pronto siento que deja de jugar con
las pinzas, que me deja puestas provocándome esa excitante presión, mientras
descubro que toda mi piel se ha transformado en ultra sensible al contacto de
sus posesivas manos… Doy un respingo al sentirlas apoderarse de mi pecho y se
me corta el aliento cuando comienzan a recorrer muy lentamente todo mi cuerpo
desnudo e inmovilizado a su completa merced… Me acaricia con intensidad arrolladora…
mi pecho, mi espalda, mis brazos, mis abdominales, mis caderas y muslos… sus
manos me hacen todo suyo mientras mi cuerpo arde consumido en las llamas del
más desesperante deseo… ¡Estoy a punto
de estallar! Pero Aurelia continúa recorriendo mi piel milímetro a milímetro…
qué dulce y cruel tortura… ¡muero por hacerle el amor! Pero en cambio debo
conformarme con percibir la textura del látex de su rojo traje, rozando mi piel
desnuda y en llamas… ¡Cuánto desearía estar libre para poder acariciar también apasionadamente
todo su cuerpo!
Cuando mi corazón ya no da más
martillando mi pecho y mi respiración es un acelerado jadeo, de pronto las
manos de Aurelia se detienen y necesito hacer un gran esfuerzo para entender
sus indicaciones:
- Ahora voy a castigarte duro, ¡muy
duro! aunque no has hecho nada malo, es sólo para mi placer… porque tu dolor es
mi placer… ¿Quieres complacerme dándome tu cuerpo para azotarlo a mi antojo?
- Sí, mi diosa, soy todo tuyo, haz lo que
desees conmigo –musito todavía embriagado por sus devastadoras caricias.
Si me hubiese dicho que me iba a
arrancar los ojos y las orejas le habría contestado exactamente lo mismo, ¡no
estaba pensando racionalmente!
- Muy bien, pero recuerda que puedes usar
las palabras de alerta para detenerme si te sientes en problemas; dime cuáles
son.
- Dorado y Salomé.
- Perfecto, no dudes en usarlas,
¿entendido?
- Sí, mi Diosa.
Lo siguiente que oí fue el sonido de
unos acolchados audífonos muy grandes, ajustándose sobre mis orejas. De
inmediato comenzó a cantar una aguda voz femenina que vocalizaba hermosamente una
letra “a” como una ancestral y estremecedora letanía… conocía ese tema, era la
introducción de “Destiny”, de Stratovarius.
De pronto tras la voz arremete la
batería y al mismo tiempo el azote restalla sobre mi pecho en perfecta
sincronía con la poderosa guitarra eléctrica. Doy un brinco más por la sorpresa
del golpe que llega sin el aviso previo del sonido, que por el dolor adivino se
trata de las múltiples correas del “nueve colas”.
Es muy extraña esta sensación del dolor
que estalla en mi cuerpo al ritmo de la música que retumba fuerte en mis oídos, en medio de la
oscuridad total que me impone la venda
sobre los ojos… me siento sumido en un ciego universo rojo, flotando entre la
electrizante música de esa prodigiosa guitarra que junto con la intensa batería
marcan los acelerados azotes sobre mi pecho y espalda…
Hay que dulces torturas!!! Quiero saber
ResponderEliminarmas!!!